CARMINA ESCRIGAS\SANTIAGO

Imposible plantearse una atestada misa del peregrino en pleno Año Santo. Jenna Bush se metió ayer el mayor madrugón de su periplo jacobeo para llegar a primera hora a Santiago y evitar una riada de peregrinos y curiosos —aún así la hubo, pero menos—. Tras pasar la noche en el hotel Balneario de Sada, partió a las seis y media de la mañana rumbo a Compostela. Con paso rápido, como en todas sus etapas, y cansada pero sonriente. En el Monte do Gozo, a donde llegó pasados unos minutos de las nueve, saludó a los peregrinos que sellaban su credencial en la capilla de San Marcos, pero no paró ni medio segundo, ni siquiera para subir al promontorio en el que se encuentra la escultura de foto obligada oteando el horizonte compostelano.

Eran las diez cuando Jenna llegaba por fin a la Porta do Camiño, donde comenzó la vorágine. Y por fin llegó el reposo en la habitación 203 del Hostal de los Reyes Católicos tras todos los ceremoniales jacobeos, en los que el único privilegio del que gozó fue saltarse la cola en la casa del Deán por motivos de seguridad, pese a su empeño en situarse tras los más de cincuenta soldados de la Brilat de Figueirido y Oviedo que aguardaban también por su Compostela.

Tras la ducha y apenas dos horas de descanso, Jenna volvió a asomar por la puerta del Hostal, esta vez sin tanto despliegue mediático. Muy pocos advirtieron que la chica rubia que comía ensalada, empanada de carne y atún y queso de Arzúa en la terraza del Parador era la peregrina más buscada del Camino francés. Lo que no pudo fue permitirse el lujo, como sus dos compañeras de viaje, de internarse por la zona vieja para callejear y pararse en todas las tiendas de recuerdos de la rúa del Vilar, el Franco —donde pararon en un cajero— o Porta Faxeira. Allí pararon en el puesto de helados para comprarse unos botellines de agua, para encontrarse con ciertos periodistas que ya se han convertido en viejos conocidos de esta aventura jacobea y, en un gesto de agradecer, pedir disculpas por si en alguna ocasión habían sido ariscas con la prensa. Que nos hagamos cargo de sus circunstancias, nada fáciles teniendo en cuenta de quién son amigas. El cansancio sumado al despliegue mediático son dos toros duros de lidiar. Al menos un pañuelo blanco merecen ellas por su paciencia y el equipo de escoltas por su perfecta coordinación.