El poeta Pedro Salinas y Katherine Withmore, su alumna de literatura, se cruzaron más de trescientas cartas de amor que luego Khatherine donó. Antonio Hernández Gil publicó en el ABC un bellísimo artículo que me he permitido resumir y espero les guste.

""""
Tampoco ellos entendieron bien todo lo que hicieron y no hicieron. Las cartas de Pedro Salinas son un ejemplo perturbador de la insignificancia de nuestros sentimientos cuando quedan, como hilera de hormigas cruzando el camino, a la vista del espectador distante y desapasionado.

No tenemos las cartas de Katherine, pero si el testimonio de su último encuentro. Lo cuenta ella misma al legar las cartas. Fue en la primavera de 1951, en el Smith College de Northampton su universidad, donde Pedro Salinas fue a dar una conferencia .Allí pudieron verse unos minutos. Katherine que albergaba la esperanza de que él llegara a entender por qué rompió, se lo preguntó directamente ¿No entiendes por qué tuvo que ser así?: Me miró con tristeza y contestó: No, la verdad es que no. Otra mujer en tu lugar se hubiera considerado muy afortunada. Eso querido Pedro, es sin duda cierto, pero yo no soy nada más que lo que soy. Se marchó, yo no sabía que no volvería a verlo nunca más.

Ella debió lamentar el pulso incierto de aquel encuentro e inventó otro, en Noviembre del mismo año: Quería le tenía que verle para decirle lo mucho que le amaba, cuan grande era mi deuda para con él, cuan fabulosamente había enriquecido mi vida, pero lamentablemente él no pudo recibir el mensaje.

Y siempre nos queda la vieja pregunta de Cernuda ¿adonde va el amor cuando se olvida? .El amor no muere somos nosotros los que morimos.

De Pedro Salinas tenemos sus cartas, pero no su testimonio de aquel ultimo encuentro. En la última carta conservada, pone el dedo en la llaga:”A veces pienso que nuestro amor y nosotros somos cosas diferentes, que nosotros andamos por un lado y él, por otro. Pero no nos queda la carta final que pudiera decir tal vez: querida Katherina, sé que piensas en mí aunque hace años que apagamos las cartas de nuestro amor en vilo, aquellos trozos cargados de quimeras que pesaban en mí, como la más hermosa y grave de las realidades. Sé que crees que me quieres porque un día hicimos juntos los gestos del amor y aún de vez en cuando las sombras dibujan mi rostro en el fondo líquido de tus ojos.

Luego todo se borra y vuelves al mundo de los otros.
Nunca llegaras a ser olvido, sino repetición de una ausencia. Nunca entendí del todo por qué me dejaste caer. Pensé que era el tiempo que traía cartas mas separadas. Yo no pude darte más. No somos más que lo que somos. Pero el amor no se va; nosotros nos vamos de él, con el olvido a cuestas y a veces ni tan siquiera el olvido.